Centro Médico Sanare: el reto de diseñar clínicas médicas en Guatemala

En Jutiapa, un grupo de inversionistas decidió emprender uno de los encargos más exigentes de la arquitectura: planificar un centro médico desde terreno vacío hasta su operación. No se trataba de ampliar una clínica, sino de desarrollar una infraestructura completa capaz de brindar servicios de emergencia, hospitalización y cirugía dentro de una comunidad que no contaba con un sistema hospitalario de ese nivel.

Desde el inicio, el reto fue entender que diseñar salud no es solo proyectar un edificio. Es coordinar flujos, tiempos y procesos donde cada decisión afecta la atención y la seguridad de las personas. En el Centro Médico Sanare, cada área debía responder a una función específica: atención inmediata para pacientes, eficiencia para médicos y control operativo para la administración.

Diseñar clínicas médicas en Guatemala como si fueran de primer mundo

El terreno —de poco más de tres mil metros cuadrados— se ubica en una zona urbana con tráfico constante y acceso limitado. El proyecto debía albergar tres niveles funcionales, un estacionamiento para veintiocho vehículos y áreas operativas que pudieran ampliarse en el futuro.

Los propietarios, conscientes de la magnitud del reto, buscaron un equipo capaz de integrar arquitectura, ingeniería y normativas sanitarias sin perder control del costo ni del cronograma. Así comenzó la colaboración con Loragon Studio.

Diseño desde la operación

La estructura del Centro Médico Sanare se organiza en tres niveles, cada uno definido a partir de su funcionamiento diario. En el primer nivel se ubican accesos, salas de espera, clínicas y un área de emergencias con zonas de shock, imagenología y laboratorios.

El segundo nivel reúne hospitalización y cirugía, con diez habitaciones, tres quirófanos y áreas de apoyo médico. El tercero concentra los servicios técnicos y lavandería, dejando espacio para futuras instalaciones.

Diseñar un proyecto de salud a esta escala implicó coordinar funciones simultáneas donde estructura, instalaciones y flujos debían integrarse desde el plano. En proyectos de salud, los errores se evitan con planificación técnica desde las primeras etapas, no con correcciones en obra.

Flujos y operación eficiente

Uno de los mayores desafíos fue organizar flujos independientes entre pacientes, personal médico, insumos y desechos, garantizando que nunca se crucen. Desde el acceso principal hasta los pasillos de emergencia, el diseño debía asegurar privacidad, eficiencia y respuesta rápida ante cualquier eventualidad.

El modelo estructural en concreto armado permitió combinar durabilidad y flexibilidad, mientras que los muros de mampostería y tablayeso aportaron adaptabilidad a las distintas zonas. La integración de rampas, elevadores y gradas fue pensada para usuarios con movilidad reducida y para el transporte interno de camillas y suministros.

Un hospital preparado para crecer

El proyecto se diseñó con un sistema estructural modular que permite ampliar áreas sin interrumpir el funcionamiento del hospital. Aunque la primera etapa contempla 1,942 metros cuadrados de construcción, el diseño incorpora soluciones anticipadas a los retos de mantenimiento, circulación y expansión habituales en hospitales regionales. Las áreas técnicas y el tercer nivel funcionan como reserva para futuras unidades especializadas.

Conclusión

Diseñar clínicas médicas en Guatemala requiere mucho más que estética. Exige integrar ingeniería, normativas, confort y seguridad en un mismo proceso técnico.

El mérito es de quienes deciden invertir en infraestructura médica de calidad y asumir el compromiso de ofrecer un servicio sostenible a su comunidad. En el caso del Centro Médico Sanare, Loragon acompañó esa visión con método y precisión: convertir un terreno vacío en una infraestructura médica funcional y preparada para operar con estándares contemporáneos.

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